08 junio, 2022

Keep it cutre by Chanel

Lou miró alrededor y no reconoció nada. No tenía la menor idea de dónde estaba, ni cómo había llegado allí. ¿Qué era ese cartel inquietante? Y peor aún, ¿quién era él? No recordaba su nombre, ni podía sentir su cuerpo. Como no sentía su cuerpo, era como si no lo tuviese. ¿Podría moverse? Intentó enviar las correspondientes órdenes motoras, sin respuesta. Nada. ¿Por qué le estaba pasando esto? Trató de hacer memoria. Ayer, antes de ayer... nada. Vacío absoluto. Llegó a la conclusión de que el pasado daba igual. Lo importante era el futuro. Tenía que salir de esta situación. Atrapado en la nada, en el futuro tenía que haber algo. Forzó la maquinaria de la imaginación, con el mismo resultado que haciendo memoria: nada. El futuro tampoco existía. ¿Y ahora qué? Solo quedaba el presente. El aquí y el ahora. ¿El aquí? Ni idea. ¿El aquí respecto a qué? Aquí no es allí, ni ahí, ni allá. Aquí son las coordenadas cero, cero, cero. Triple cero, nada. Llegó a la desesperada conclusión de que solo le quedaba agarrarse —¡sin cuerpo!— al ahora. El ahora, sí, la única certeza que tenía. Ahora estaba perplejo, asustado, sin saber qué hacer.
—¡Socorro! —gritó.
Nada ni nadie lo oyó. De hecho, cayó en la cuenta de que ni siquiera había gritado, ya que no tenía garganta. Entonces, aterrorizado, se percató de otro detalle: no había ningún movimiento en la imagen que estaba viendo, ni una triste mota de polvo en suspensión. Tampoco escuchaba sonido alguno. Todo estaba muerto. ¿O era él el muerto? Sí, posiblemente fuese eso. Había muerto, y la eternidad era el último fotograma que había registrado su cerebro, congelado para siempre. ¿Así que era esto? Tampoco esperaba el cielo o el infierno, por algo era un tío racional, pero, para tener esto, sería mejor la nada, pensó. En ese preciso instante, la imagen desapareció. Oscuridad total. Al momento se arrepintió de haber deseado la nada. Y también descubrió que esa sí era una certeza. No había cuerpo, no había espacio, no había tiempo. Lo que sin duda existía era su deseo. Entonces deseó saberlo todo, y todo se tambaleó. Vió los átomos del aire deshacerse, se deleitó con las estrellas acercarse a un millón de veces la velocidad de la luz antes de chocar entre sí y desvanecerse, vivió todas las vidas pasadas, presentes y futuras de la historia de los seres vivos y muertos, surfeó las ondas electromagnéticas, saltó del universo al multiverso, y la sabiduría infinita lo acogió en su seno, arrullándolo como a un niño, susurrándole:
—Ea, ea, ea. Ssssssssh. A dormir...
Y se durmió.