- Elige.
Silencio.
- ¡Elige, maldita sea, te guste o no! -el jugador que repartía las cartas nunca se caracterizó por tener paciencia, y mucha menos con los yonquis.
- Todo poder conlleva una responsabilidad -dijo algún flipado de la mesa.
- Toda gilipollez se viste de grandilocuencia -apuntó un descreído, que miraba la partida desde la ventana, sin jugar.
Llegó la hora de comer y la partida se acabó, sin terminar.